Cualquier persona que visite un parque infantil, una guardería o cualquier zona de juegos, podrá observar rápidamente que los niños interaccionan entre sí desde bien pequeños. 

niños jugando parque con hojas de otoño


En algún lugar, no recuerdo dónde exactamente, no se si en un blog personal o no, pero prefiero no acordarme, leí que los niños pequeños no necesitan socializarse con otros niños. El artículo argumentaba que no es preciso acudir la guardería con la escusa de que el niño debe estar con otros niños, porqué en realidad, los niños no requieren tal socialización. Parcialmente de acuerdo con la afirmación abrí los ojos espantada cuando continué leyendo el artículo que proseguía su razonamiento extendiendo el argumento a zonas y parques infantiles.

Cierto, no es necesario que los niños vayan a la guardería si podemos atenderlos en casa, sobretodo cuando son muy pequeños, pero en ocasiones no existe esta opción.

Cierto, en casa es donde empieza la socialización y hasta ciertas edades no es preciso que los bebés entren en relación con otros porqué con la estimulación social que reciben de la familia tienen suficiente. Pero ya digo, hasta una cierto momento evolutivo.

Cierto, en casa aprenden mucho sobretodo si les motivamos y les mantenemos correctamente estimulados. En otras ocasiones quizás es preferible que sea personal cualificado quienes se encarguen de ello, en mi opinión a partir de los 18 – 24 meses, cuando la casa se empieza a quedar algo pequeña y necesitan poderosamente manipular, explorar, experimentar. Hablo en general, sin entrar en particularidades. Pero lo que sí deben hacer es relacionarse con otros niños ni en las zonas o parques infantiles.

El inicio de la socialización y los primeros amigos.

Ya desde muy pequeños los niños de apenas un año observan atentos a otros niños de su misma edad o a los mayores. Observan y aprenden, observan e imitan, observan e interactúan con gestos, miradas y balbuceos. Y eso es socialización. Socialización que se inicia en la familia, desde el primer día, desde el mismo momento que ven la luz y nosotros les miramos a los ojos. 

La socialización empieza en casa, con papá y mamá, y los hermanos (si es que los tiene). Nosotros, los padres, somos sus primeros elementos socializadores, sus primeros compañeros de juegos y sus personas favoritas. Con nuestra ayuda, nuestro bebé aprende a entrar en relación con los demás y a sentirse bien en compañía de otros. 

Durante el primer año, año y medio, todo el universo emocional que conoce el bebé se centra en casa, en la familia, papá, mamá, … Durante esta etapa hay un momento crítico, entre los 10-18 meses, cuando aparece la ansiedad de separación, periodo en el que muchos niños siente cierto temor al separarse de mamá, su persona favorita y de la que no quieren separarse para nada. Es el momento del bebé que extraña y llora cuando mamá se marcha, o se queda en brazos de una persona poco familiar, es el momento de la mamitis, y en el que debemos tener como siempre mucha paciencia.

Pero llega un momento, sobre los 18-24 meses que su mundo se abre, todo le interesa y le gusta estar con otros niños como él. Aunque solo digan tres palabras o ninguna, entre ellos se comunican a la perfección, su lenguaje es el mismo y las necesidades también. 

El desarrollo del lenguaje que experimenta nuestro hijo en esta etapa le empuja hacia una mayor necesidad de relacionarse con el mundo que le rodea. A medida que nuestro pequeño va aprendiendo a hablar y a comunicarse con los demás va sintiendo mayor interés por hacerlo y por acercarse a niños como él. Así, tener un amigo supone también un impulso en el desarrollo de su lenguaje.

Como en todo, cada niño tendrá su propio ritmo, y se irá acercando a los demás cuando se sienta preparado para hacerlo, por lo que tampoco debemos forzar a que nuestro pequeño juegue con otros niños si no le interesa hacerlo.

Los niños de esta edad son muy posesivos y les cuesta compartir, es el momento del «mío, mío». Es una fase normal del desarrollo de nuestro hijo y por más empeño que pongamos en educarlo para que comparta ésta será una ardua tarea, ya que una características que define este momento evolutivo es el pensamiento egocentrista de nuestro bebé. 


Sara Tarrés

Soy Sara Tarrés, licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona, con Máster en dificultades del aprendizaje (ISEP) y Postgrado en Psicopatología infantojuvenil (ISEP). He trabajado como asesora y orientadora de padres y maestros en diferentes escuelas concertadas de Barcelona y como reeducadora de niños que presentaban diferentes dificultades en su aprendizaje. Actualmente dirijo Mamá Psicóloga Infantil desde donde oriento a padres en temas de crianza, desarrollo y educación. Esto me permite compaginar mi faceta de madre a tiempo completo sin dejar de lado mi actividad profesional.