Testarudo e intolerante a la frustración, un niño que no soporta que le digan que no y que se aferra a lo que tiene en mente sin querer entrar en razón. ¿Qué podemos hacer si tenemos un hijo con estas características? ¿Tirar la toalla y dejar que se salga siempre con la suya evitando el conflicto o intentar enseñar que no siempre se puede hacer todo lo que uno desea y quiere hacer?
¿Por qué no toleran la frustración?
Parecía que este modo de ser y actuar formaba parte solo de una etapa que pronto pasaría, la típica etapa de los 2 terribles años. Sin embargo, resulta que nuestro pequeño crece y sigue mostrándose igual de terco, testarudo e incapaz de aceptar un no por respuesta.
Los niños de entre 3 y 6 años siguen siendo testarudos con baja a la frustración de sus deseos. Y claro, no es fácil ser padre o madre de un niño intolerante a la frustración. Ese niño que se enfada cada vez que oye un no por respuesta o que se empecina en llevar a cabo todo aquello que piensa sin aceptar sugerencia.
Es más que evidente que enfrentarse diariamente con este reto educativo acaba siendo un trabajo extenuante que desgasta emocionalmente incluso a la más paciente y tierna de las madres.
De hecho, en una encuesta que he realizado desde este mismo blog cerca de un 50% de las familias que marcaron la baja tolerancia a la frustración como una de sus principales preocupaciones respecto de sus hijos tenían criaturas de edades comprendidas entre los 3 y 6 años. Si quieres puedes leer el post que he escrito sobre ello aquí: Baja tolerancia a la frustración, una de las preocupaciones de las familias.
También es cierto que estas son características muy frecuentes en los niños pequeños que todavía están aprendiendo. Recordemos que para ellos tampoco es fácil. Lo pasan mal porque no entienden por qué no pueden hacer todo quieren y desean ni pueden ponerse aún en el lugar del otro. La empatía está aún desarrollándose y el pensamiento egocéntrico domina esta etapa. Estas características cognitivas, propias de los niños entre los 3 y 6 años, hacen que los niños acepten tan mal la frustración cuando pierden o cuando les marcamos límites claros.
El egocentrismo
El egocentrismo es esa dificultad que tienen los niños para situarse en una perspectiva distinta a la suya, y precisamente es esta dificultad lo que nosotros percibimos y vivimos como testarudez, como un pulso que nos toman cada vez que les decimos que no a algo o ponemos limites a sus ganas de seguir sus impulsos. Pero aunque eso forme parte de la naturaleza del niño y sea algo normal del desarrollo cognitivo infantil, también es cierto que es necesario que tanto padres como educadores limitemos los caprichos de los niños y les ayudemos a superar esta etapa inicial de la infancia.
Quien educa a un niño tiene el deber de ponerle límites, conteniendo de este modo su índole egocéntrica.
A pesar que esta necesidad de reafirmar su ego mediante la oposición sistemática a las normas es inherente a la infancia, los padres y educadores debemos evitar que el niño lo viva con desmesura. Es decir, claro que es normal que un niño de esta edad necesite ser mimado y así lo exija, claro que es normal que quiera ser el centro de atención y así lo reclame, claro que es normal que prueben hasta dónde pueden llegar, pero como padres debemos fijar un límite ya que de lo contrario corremos el riesgo de convertir a nuestros hijos en unos tiranos caprichosos con la excusa de que todavía son pequeños.
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