Hoy trato de la culpa, esa eterna sensación que nos acompaña desde el mismo día que decidimos ser madres o padres. Y lo hago sintiéndome, como tú, culpable de muchas cosas de las cosas que te voy a contar a lo largo de este post.

culpa

Leyendo uno de esos libros que suelo leer para nutrir mi mente y mi conocimiento, me he encontrado con una frase que me ha hecho reflexionar. La frase es la siguiente :”El caso es que las madres de ahora se sienten enormemente culpables” y el libro es Creciendo juntos del famoso pediatra Carlos González. Pues sí, en esta ocasión coincido. Las madres tenemos una eterna sensación de culpa que parece acompañarnos de por vida. Y la cuestión es cómo nos libramos de ella.

¿Por qué nos sentimos culpables las madres? ¿De dónde procede esa culpa?

Las madres nos sentimos culpables desde el mismo momento que somos conocedoras de llevar vida en nuestro vientre. Ya en esos momentos nos sentimos culpables por:

  • no saber si vamos a saber cuidar adecuadamente de nuestro bebé,
  • llevar la dieta que llevemos durante el embarazo,
  • hacer poco o demasiado ejercicio durante esos nueve meses,
  • tener miedo al parto,
  • seguir trabajando hasta el final,
  • dejar de trabajar,

Y sin darnos cuenta y a partir de ese momento la culpa se instala en nosotras. Una sensación de culpabilidad que nos acompañará a lo largo de mucho, mucho tiempo.

Una culpa que aparecerá por:

  • todo lo que hacemos y por lo que no hacemos.
  • Exigir poco o quizás mucho, por reñir, castigar y tal vez gritar más de lo que debemos.
  • Culpa por no poder dar el pecho,
  • Por no estar tantas horas al lado de nuestros bebés como desearíamos.
  • Por llevarles en brazos o por no hacerlo.
  • También por dormir con ellos o por dejarles solos en una cuna.
  • O culpa por trabaja fuera de casa o por dejarlo todo y cuidar de nuestros hijos.
  • Por tener que elegir entre nuestro desarrollo profesional o estar al cuidado de nuestros pequeños durante sus primeros años de vida.
  • Y quizás por no poder conciliar nuestra vida profesional con la familiar …

En resumen

Nos sentimos culpables por no poder proteger a nuestros hijos cuando les dejamos al cuidado de terceros, llámense abuelos, canguros o escuelas infantiles. Nos sentimos culpables de sus caídas y heridas, de sus llantos y lamentos, de sus errores y fracasos. Culpables de no saber educarles tan bien como quisiéramos o habíamos soñado. Culpables. Sí, culpables sólo por ser madres y pretender educar y criar a nuestros hijos lo mejor que podemos y sabemos.

Y esa culpa se acumula con un peso enorme sobre nuestras espaldas, una culpa que en muchas ocasiones nos impide conciliar el sueño o nos desvela a mitad de la noche. Esa culpa que tanto nos angustia nos impide ver todo cuanto hacemos bien y lo buenas madres que somos a pesar de todas nuestras imperfecciones.

Y creedme, esa eterna sensación de culpa que acompaña a tantas madres también me persigue a mi más de lo que quisiera. Así que intento alejarla y dejar de mortificarme porque ciertamente no hay una única forma de criar, porque ni todos los niños son iguales ni todas las familias tenemos la misma manera de educar. Pero sé que todas las madres, al menos todas las que yo conozco, queremos lo mejor para nuestros hijos, así si seguimos nuestro instinto sabremos qué es lo que debemos hacer y en caso de equivocarnos siempre tendremos la oportunidad de rectificar.


Sobre esta misma cuestión, he tenido la oportunidad de hablar con Adrián Cordellat en una entrevista para El País que te invito a leer aquí.


Imagen cortesía Designed by Freepik

Sara Tarrés

Soy Sara Tarrés, licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona, con Máster en dificultades del aprendizaje (ISEP) y Postgrado en Psicopatología infantojuvenil (ISEP). He trabajado como asesora y orientadora de padres y maestros en diferentes escuelas concertadas de Barcelona y como reeducadora de niños que presentaban diferentes dificultades en su aprendizaje. Actualmente dirijo Mamá Psicóloga Infantil desde donde oriento a padres en temas de crianza, desarrollo y educación. Esto me permite compaginar mi faceta de madre a tiempo completo sin dejar de lado mi actividad profesional.